Miguel Sawa

Un suicidio

Read by Alba


Miguel Sawa



En las ropas del suicida se encontró una carta dirigida al juez de guardia, que, copiada a la letra, decía así: «…

Historias de locos

Read by Epachuko


Miguel Sawa



La locura ha resultado en toda época y lugar un fenómeno escurridizo y ambivalente. Hemos temido, compadecido y admirado por i…

Un amor verdadero

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Miguel Sawa



Pocos hombrea podrán asegurar— y al decir estas palabras don Juan sonreía melancólico — que han sido amados, co…

El hombre que ríe

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Miguel Sawa



Señor doctor, yo soy Tony Garnier, el famoso clown Tony Garnier, que poseí el raro secreto de la risa. Yo soy el hombre que r&…

El gato de Baudelaire

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Miguel Sawa



¿Usted sabe que Baudelaire tenía un gato? ¡Oh! un gato hermosísimo, de pelo negro, suave y brillante como…

Demasiado tarde

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Miguel Sawa



Puestos ya en pie se estrecharon las manos con fuerza nerviosa, y atontados por el dolor, sin poder hablar, cambiaron el último…

La muerte de María Antonieta

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Miguel Sawa



Ríase usted de todos esos idealistas que creen posible la igualdad, la fraternidad humana! Mientras el mundo exista, existirá …

El genio de la especie

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Miguel Sawa



Doctor, doctor, soy feliz! El médico, de pie ante el lecho del enfermo, se llevó un dedo a la boca, en actitud de imponerle si…

Judas

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Miguel Sawa



Estaba en el Museo contemplando extasiado el hermoso cuadro de Van Dyck “El beso de Judas”. De pronto sonó una voz detrás de…

La muerte

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Miguel Sawa



Se llamaba... ¿cómo se llamaba?... A veces pierdo la memoria... Elena, sí; creo que se llamaba Elena. ¡Qué…

La segunda juventud

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Miguel Sawa



—Treinta y siete años. Ni uno más ni uno menos. Casi una vieja. Si no me mirase usted con ojos de enamorado—y ya es sabido que…

La mujer de nieve

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Miguel Sawa



¡Maldito sea el sol! ¡Es el responsable de todas mis desgracias! ¡Oh, yo quisiera vivir en un país de desol…

Las víctimas del trabajo

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Miguel Sawa



—¡Pepe! La voz venía de la calle y era una voz fresca y alegre como una carcajada. —¡Demontre, la Luisa!—gritó e…

La musa eterna

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Miguel Sawa



—Mi querido poeta: ya sabe usted que las mujeres tenemos el derecho de ser curiosas... Pero bien, yo quiero formularle a usted una pregunta,…

La comedia eterna

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Miguel Sawa



—No... nada de gritos... Hablemos tranquilamente, sin exaltarnos... Ya verás como al fin logramos entendernos. Vamos, con franqueza, …

Un desnudo de Rubens

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Miguel Sawa



El loco había sacado la cabeza por entre los barrotes de la ventana—una cabeza espantable, de cabellos erizados, …

Manuela

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Miguel Sawa



Diez minutos no más tardaría Manuela en recorrer la distancia que media entre la Montaña del Principe Pío y la c…

Versos de Bécquer

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Miguel Sawa



La encontré al cabo de algunos años en no recuerdo qué fiesta. Nos saludamos con mucho afecto. —¡Ah, eres t&uac…

Werther

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Miguel Sawa



Tuvo aquella entrevista el carácter misterioso necesario para toda confidencia. Los dos estaban solos. Él comenz&oacut…

La máscara del dominó negro

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Miguel Sawa



Era, seguramente, por ei aire de misterio que parecía envolverla, la máscara más interesante que había aquella n…

La buena crianza

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Miguel Sawa



Han salido de Lugo diecisiete dementes, conducidos a la pena de reclusión perpetua en el manicomio de Valladolid. Ya en el tren, los …

Al día siguiente

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Miguel Sawa



Los dos despertaron al mismo tiempo, y al verse juntos se miraron sorprendidos, aun inconscientes por el sueño. Después juntar…

La derrota

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Miguel Sawa



Estaban solos. Ella, Julia, sentada en una marquesita próxima a la chimenea, muy seria, muy pálida, con los ojos bajos,…

Cuento de carnaval

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Miguel Sawa



Caminaba con andar gallardo, mal envuelta en su dominó de raso blanco, sujetándose instintivamente la careta con ambas manos. …

Fragilidad

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Miguel Sawa



—Te aseguro... Entonces ella se puso en pie, dando por terminada la conversación, y tranquilamente, sin alterarse, con acento sereno…

El aniversario

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Miguel Sawa



Saltó de la cama, medio desnuda; la camisa desprendida de los hombros, el pelo suelto sobre la espalda, y escondiendo sus piec…

La viuda

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Miguel Sawa



Todos los meses iba por lo menos una vez a visitar la tumba de su esposo. Era el suyo un dolor plácido y tranquilo. Se había a…

Gloria

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Miguel Sawa



—Las campanas tocan a gloria. Chiquilla, también dentro de mi corazón están repicando fuerte. Sí; yo he vuelto a…

Nochebuena

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Miguel Sawa



—Sí, estoy muy triste. ¡Oh, no me deje usted solo, por Dios! Tengo necesidad de alguien que me acompañe. Sea usted mi …

Soliloquio

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Miguel Sawa



LA SEÑORA MARQUESA DE *** —Oh, cuán frágil de memoria es usted, señora marquesa! He pasado toda la noche d…

Proyecto de carta

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Miguel Sawa



Encontré esta carta en un libro viejo que compré no recuerdo dónde. Y como creo que la tal epístola merece ser …