Oración traducida del latín
Sor Juana Inés de la Cruz
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Ante tus ojos benditos
      Las culpas manifestamos,
      Y las heridas mostramos,
      Que hicieron nuestros delitos.
Si el mal, que hemos cometido,
        Viene a ser considerado,
        Menor es lo tolerado,
        Mayor es lo merecido.
La conciencia nos condena,
        No hallando en ella disculpa,
        Que respecto de la culpa,
        Es muy liviana la pena.
Del pecado el duro azar
        Sentimos, que padecemos
        Y nunca enmendar queremos
        La costumbre de pecar.
Cuando en tus azotes suda
        Sangre la naturaleza,
        Se rinde nuestra flaqueza, 
        Y la maldad no se muda.
Cuando el pecado mancilla
        La mente con fiera herida,
        Padece el alma afligida, 
        Y la cerviz no se humilla.
La vida suelta la rienda
        En su acostumbrado error,
        Suspira por el dolor, 
        Y en el obrar no se enmienda.
Puestos entre dos extremos,
        En cualquiera peligramos;
        Si esperas, no la enmendamos;
        Si te vengas, nos perdemos.
De la aflicción el quebranto
        Nos obliga a la contricción
        Y en pasando la aflicción,
        Se olvida también el llanto.
Cuando tu castigo empieza
        Promete el temor humano;
        Y en suspendiendo la mano,
        No se cumple la promesa.
Cuando nos hieres, clamamos
        Que el perdón nos des, que puedes,
        Y así que nos lo concedes.
        Otra vez te provocamos.
Tienes a la humana gente
        Convicta en su confesión, 
        Que si no le das perdón, 
        la acabarás justamente.
Concede al humilde ruego
        Sin mérito a quien criaste,
        Tú que de nada formas
    A quien te rogará luego.
Este libro pertenece a la colecciòn Alba Learning.
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